Mudanza

Por estas cosas que tiene la vida, que te vas haciendo adulto casi sin darte cuenta, nos hemos visto en la tesitura de elegir entre criar a una niña en un quinto piso sin ascensor, durmiendo en un altillo sólo accesible por una escalera empinada, o mudarnos. Y claro, así puesto, nos hemos mudado.

No ha sido fácil, ni el proceso de buscar piso asequible, ni la organización de coger un piso y dejar el otro sin tener que pagar los 3 meses que el contrato exige, ni la logística de traer cosas de un sitio a otro sin disponer de coche, pero por suerte, disponemos de amigos a los que se les puede pedir uno y mil favores, así que han hecho todo esto mucho más fácil.

Ahora parece mentira que estuviéramos el sábado pasado dando vueltas con un transporter alquilado, subiendo, bajando y montando muebles y proveyendo de pizzas, ensaladas, pataticas y cerveza a nuestros amables mudadores, porque esto ya parece una casa. Siempre cuesta hacerse un poco a un sitio nuevo, pero me gusta mucho el piso que hemos cogido: es amplio, luminoso, tiene cocina separada del salón, NO es un quinto sin ascensor, tiene su balconcito y parece un barrio agradable. Cierto es que nos hemos ido más lejos del centro, pero tampoco lo usábamos tanto de todas maneras, y esto está lleno de laguicos agradables en los que echar las tardes de verano y en los que helarse en invierno, así que cambiaremos nuestros paseos a Münchner Freiheit por una caminata por el bosque. Y bueno, el centro sigue estando ahí, que no se ha movido, así que podemos visitarlo cuando queramos.

Ahora vienen las merecidas vacaciones (lo de merecidas no, pero lo de vacaciones, para unos más que para otros...) en España, en las que espero poder pisar la playa y no morir derretida por el calor que emana el asfalto los días soleados, que allí son todos.

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