10N, madre mía

Recuerdo las elecciones de diciembre de 2015. Julia tenía unos dos meses, yo estaba de baja maternal y seguí con mucho interés la campaña, las elecciones y el recuento. No sé por qué le di tanta importancia justo a esas elecciones. Supongo que, por estar aquí, hay temas que me preocupan mucho de España vista desde fuera, y me gustaría que se arreglaran o que por lo menos se perfilara una solución, para plantearme el regreso en serio o de forma sana. El resultado de las elecciones me intranquilizó sobremanera, porque vi claro que los problemas tan urgentes que yo percibo, no son los problemas que comparte el resto de la sociedad, y por ende, no iba a haber solución, ni siquiera camino hacia la solución de las cosas que me preocupan en los siguientes 4 años. Recuerdo que en las semanas siguientes a las elecciones me encontraba derrotada y desesperanzada, y me sorprendía a mí misma que me afectara tanto el resultado electoral cuando no tenía expectativas reales de volver en los próximos años. 

Ahora me encuentro un poco igual. Menos abatida porque he aprendido un poco a alejarme de las cosas en las que no puedo influir tanto, pero sigo muy preocupada de que la mayoría de los españoles y yo tengamos visiones tan distintas de los problemas principales del país. Y al final  no estamos tan mal, porque yo tengo la opción: podemos elegir quedarnos aquí más tiempo si vemos que allí no vamos a poder conciliar o que no vamos a poder alquilar un piso para los cuatro o incluso que nos va a costar demasiado encontrar trabajo. La mayoría de la gente no tiene opción. Están allí, dando las gracias por poder trabajar por 1000€ al mes, dando las gracias porque han encontrado un piso  por el que pagan 800€, contentos también por haber encontrado compañeros de piso con los que compartir gastos a sus 30 años y encantados de vivir en uno de los países de Europa con más horas de sol, que a partir de primavera salen del trabajo cuando aún brilla y las pueden disfrutar. Todo redondo.

Y a mí aquí me chocan demasiadas cosas. La tolerancia que hay en todas las capas de la sociedad a hacer las cosas "bajo mano", la asunción de que los abuelos pueden encargarse diariamente de los nietos mientras los padres trabajan de sol a sol, la formalidad nula con la que se redactan y acuerdan los contratos de trabajo o alquiler, el desprecio con el que se habla de muchos de los que no han tenido la suerte de llegar adonde tú... Me da miedo que esas cosas calen y se enquisten, aunque seguramente para muchos de los puntos ya sea hasta tarde.
En fin, sigo con esperanza de llevarme una decepción más pequeña en algunas elecciones. Quién sabe, igual hay unas a la vuelta de la esquina.

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