Deporte y postparto
Hoy voy a contar cómo descubrí el deporte. No me definiría como una persona activa, y mucho menos si pienso en la Andrea a.A. (antes de Alemania). Y es que, ya sé que Alemania tiene cosas buenas y malas, y puede que justo la fase deportista me haya coincidido con la etapa de empezar en el trabajo y que mi nuevo interés en estas cosas no se deba al país, pero el caso es que yo, antes de venir aquí, me movía más bien poco.
Y ahora que lo digo, es un poco mentira. Porque sí que iba andando adonde fuera, que no es deporte en el sentido que entiende la gente que se desloma en el gimnasio, pero tampoco es estar en el sofá. Aun en Madrid, intentaba salvar la distancia del piso al trabajo, o a la academia, o a donde tuviera que ir, a pie, y no todo eran longitudes despreciables.
Pero el caso es que al venir aquí descubrí la bici (me costó un poco, y hubo que hacer algún trayecto de prueba con las amigas limitando los daños que mi torpeza pudiera causar, pero quedó descubierta). Y este invento amplió mi radio de acción, y, si antes podía andar 6km hasta mi destino, con la bici pude ir a sitios casi tres veces más alejados, como mi trabajo.
Y resulta que me gustaba moverme en bici, y que, cuando la tenía rota o no podía cogerla por el tiempo, la vida perdía un poco de color. Y quería ir a todos los sitios en bici, y era una fuente de discusión con la gente que quería acompañarme, cuando ellos no querían ir en mi medio de transporte favorito.
No es mi única fuente de deporte, aunque sí de las que más me gustan. También he descubierto un poco mejor el monte aquí. Ya habíamos salido alguna vez en Madrid, pero aquí ya lo hemos hecho a otro nivel. Nada nos para, ni las alturas de vértigo, ni el frío, ni la lluvia, ni la nieve, ni el peso de la niña a las espaldas… Bueno, ahora debo decir que el frío combinado con Julia nos frena un poco, porque llevamos más de un mes sin salir, pero es entendible, creo yo.
Pues aquí he sido consciente de que el deporte mola. Aunque no haya sido nunca especialmente deportista, y aunque no esté en forma, he visto que el deporte es para todos, y que es de lo mejor que te puede pasar algunos días.
Igual por eso me costó tanto el posparto. El verme de repente (no tan de repente, pero a una le viene así, como un flash) casi todo el día postrada, haciendo un esfuerzo inhumano solo al intentar llevar el paso de Antonio paseando, con el cuerpo cubierto de carnes colganderas y sin poder montar en bici, ni subir al monte, se hace duro. Y eso que empecé bien pronto con la gimnasia postparto, pero nada, no me motivaba. Supongo que era demasiado pronto. Un poco después empecé a hacer ejercicio con los youtubes, y encontré alguno que me gustaba algo más. Así que aproveché que Julia aún no era del todo móvil, para moverme yo por las dos. Y, aunque no adelgacé ni una mijita, sí que me sirvió para encontrarme mucho mejor y volver a ver la luz al final del túnel. Y ya vino todo en poco tiempo: pude volver a coger la bici, moverme más, subir al monte…
De vez en cuando pienso en la dueña del apartamento que alquilamos en Bamberg: fuimos cuando acabábamos de conocer a Julia, ni 3 mesecillos, tenía el angelico, y la señora estaba encantada de tener un bebé por allí. Tanto que su marido le preguntó si no pensaba a veces en tener otro niño (ellos ya tenían un niño de unos 7 años). Ella le dijo que no, que le gustaba ver al bebé y eso, pero que pensaba que serían otros 5 años hasta que el niño supiera montar bien en bici y te lo pudieras llevar de excursion y que menuda pereza. Ésta también lo debió de pasar regular.
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