Gimnasia postparto

No tengo mucha experiencia con esto de la gimnasia postparto, pero como he visitado dos cursos y han sido tan diferentes el uno del otro, he pensado recogerlo en algún sitio.
Después de tener a Julia fui a un curso de los que se visitan con bebé, porque pensé que era más fácil organizarme así. Iba un día a la semana, por la mañana con mi bebé de 6 semanas (creo que igual hasta empecé con Julia un poco más pequeña) y me movía. No era lo que esperaba, pero era algo. Hacíamos algunos ejercicios, hablábamos un poquito, pero tampoco hicimos piña ni nos contábamos más cosas de las imprescindibles. La profesora era una matrona, que es lo que se lleva aquí. Nos hablaba de algunas cosas que me empezaban a sonar, como el suelo pélvico, pero nos presentaba los ejercicios como si todas tuviéramos un control sobrehumano de los músculos de ahí abajo. Aún así, el suelo pélvico se incluía raramente en los ejercicios, pero siempre con la premisa de que lo sabíamos todo. Los ejercicios eran del tipo: "imagináos que vuestro suelo pélvico es un ascensor y subid al primer piso. Ahora parad. Al segundo. Otra vez al primero. Parad. Tercero. Abajo." Que igual es un buen ejercicio, pero a mí me contaba eso de subir y bajar pisos y solo sentía que no tenía control ninguno sobre mi cuerpo, y que igual lo normal era eso, poder ejercitar con tus músculos de esa forma tan precisa.
Por experiencias de otras amigas con esta misma matrona cuando las ha llevado después del parto, sé que no es una persona de concordia, así que puede que sea por eso por lo que no había un ambiente tan distendido entre las madres recientes que íbamos. Yo esperaba hacer amigas o poder hablar de cosas que nos preocuparan a todas, ya que estábamos todas en fases parecidas, pero con mi poca soltura en alemán y mi timidez, no me pude lanzar a ser la primera que compartiera su experiencia en un entorno que se me antojaba un pelín hostil.
El caso es que el curso empezó y terminó, y yo salí sin saber más de mi cuerpo y echando un poco de menos el deporte de verdad. A veces iba y volvía andando para sentir que me movía un poco, porque con el ratillo ése no me bastaba.
Supongo que no me debió de encantar la experiencia cuando, embarazada de Samuel, reservé un curso de gimnasia postparto sin bebé, al que pudiera ir por la tarde-noche. Y tengo que decir que tuve mucha suerte. La profesora era fisioterapeuta esta vez y nos enseñó mucho sobre la teoría antes de acompañarnos en la práctica del ejercicio de nuestro suelo pélvico. Nos dijo que no era tan obvio, que no nos frustráramos y que probáramos a ejercitarlo metiéndonos el pulgar para ver si notábamos algo, aunque fuera un movimiento débil. Y a partir de ahí, construimos el resto. Nos presentó las diferentes capas de músculos y nos enseñó como activarlos. Nos dio pautas para integrar estos ejercicios en el día a día. Nos miró a cada una la diástasis abdominal y nos aconsejaba que hiciéramos variaciones de los ejercicios en función de lo abierto que estuviera. Tengo la impresión de que esta vez he aprendido mucho más sobre temas básicos del postparto y me da un poco de pena el que vaya ligado a encontrar el curso o la profesora adecuados.
Para más inri, el ambiente esta vez era estupendo. Las otras madres se desahogaban con una confianza casi total, y encontraban comprensión y palabras de apoyo en la profesora. Me impresionó mucho que supiera llevar a un grupo tan diferente y que encontrara maneras de que todas nos sintiéramos escuchadas.
Ya se ha acabado, pero espero poder ver a las madres de vez en cuando y me gustaría mucho hacer algún otro curso allí. Los últimos días hice un poco de balance, para intentar ver qué cosas me llevo del curso y compararlo un poco con el anterior, y me gustaría que todo el mundo supiera estas cosas después del parto: que hay músculos que no sabes ejercitar, pero que se puede y se tiene que hacer. Que todas pasamos por situaciones similares y que es normal encontrarse más sensible, necesitar algo más del entorno o sentir que te ahogas en un vaso de agua a veces. Nos pasa a todas y el contarlo sin tapujos no va a hacer que nos deje de pasar, pero sí que no nos sintamos bichos raros.

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