Eslovenia


Unos días después de la vuelta, toca subir la crónica de nuestras vacaciones en Eslovenia.

Sé que la época no era la ideal y que nos perdimos muchos paisajes bonitos por culpa del tiempo, pero las cosas vienen como vienen y, como dice Antonio, es un sitio verde, está claro que llueve, así que nosotros nos llevamos la experiencia de verlo como es normalmente, aunque no sea igual que en las postales.

El primer día, el miércoles, llegamos a Ljubljana en el autobús obscenamente barato que sale de Múnich y llega hasta Zagreb. Encontramos el albergue sin contratiempos y salimos a disfrutar de la noche en una capital europea. Nos encontramos allí con el primer caso de publicidad engañosa inversa. Quisimos tomar algo rápido para cenar, y paramos a pedir una hamburguesa en un puesto de la calle. Las fotos de hamburguesas que tenían puestas no le hacían nada de justicia a la hamburguesa real, menudo bichaco! Tardamos en comérnosla más de lo esperado, pero mereció la pena. Tampoco es nada malo, porque Ljubljana no parece como Múnich, estaba la calle llena de gente aunque fuera tarde. Dimos un paseo hasta el centro y por la orilla del río para tener un primer contacto con la ciudad, que fue positivo: muchas terracitas, gente tomando sus cervezas aunque hiciera fresco, señores paseando, y no es sólo el ambiente, la ciudad también es bonita de por sí.
Al día siguiente hicimos el free tour con otra empresa, no con la que normalmente lo hacemos, pero genial igualmente. Incluso mejor, me atrevería a decir. El tour era en inglés, y la guía era eslovena, así que nos contó muchas historias de allí en primera persona. También estaba interesada en nuestra historia de inmigrantes españoles en Alemania, parece que en Eslovenia también hay una fuga de cerebros creciente y ella ya había oído que no era tan fácil encontrar trabajo por aquí. Igual les venden, como a nosotros, que Alemania es el paraíso, pero esta chica, por lo menos, no se lo creía. También es que era socióloga, así que supongo que estos temas le interesarían bastante. En parte por lo simpáticos que somos y en parte por lo despistada que era la chica, que se olvidó la bolsa con las propinas y tuvimos que ir a devolvérsela, quiso invitarnos a un café al terminar el tour, que no le aceptamos por falta de comunicación interna, porque la verdad es que la señora era muy salada.
La historia de Eslovenia es muy interesante, pero lo dejamos para otro día, que si no, no avanzo.
Pues nos encantó Ljubljana, con su aire europeo y mediterráneo, y a mí personalmente me cautivaron los edificios con aire de abandono, desconchones y demás, y aunque lo tuvimos durante todo el viaje, es cierto que impresionan mucho más cuando te los encuentras escondidos en el centro de la capital.
Se nos hizo un poco corto, pero al día siguiente, y después de haber intercambiado impresiones con la gente en el albergue y en el tour, nos fuimos a Bled, al norte de Eslovenia, con la esperanza de disfrutar de los Alpes. Aquí sufrimos una pequeña decepción: por un lado, las nubes nos impidieron disfrutar de las vistas de los Alpes al horizonte, que deben ser preciosas, y por otro, los hoteles y el carácter general de ciudad de vacaciones que respiraba el pueblo nos echó mucho para atrás. Luego dimos una vuelta al lago, subimos al castillo y es verdad que, si consigues abstraerte de la vista de los hotelacos a pie de playa, el sitio es precioso, pero no puedes evitar sentir cierta aversión hacia este tipo de cosas. Mira que intento evitar poner a los alemanes de ejemplo, pero hasta en el sitio más turístico de aquí, se acuerdan de respetar esas cosas. En ningún lago me he encontrado estas moles a pie de playa que acaparan la atención cuando intentas disfrutar de las vistas de un lago alpino cualquiera. Pero lo dicho, el castillo en la montaña es impresionante, el lago, precioso y la gente muy amable. Aun así y siguiendo consejos de El Cuñao, que ha estado de Erasmus en Eslovenia, al día siguiente nos fuimos a Bohjni, un lago que hay a una media hora, algo más metido en la montaña. Allí hicimos una ruta hacia una cascada a través de un cañón que nos encantó. Este lago es más grande y nos gustó mucho más; la ciudad sigue siendo turística, como muchas de las de aquí, pero por lo menos han respetado el lago, que no tiene más que montañas alrededor. 'Una excursión muy recomendable.
Volvimos a Bled y miramos los horarios de autobús para ir el día siguiente a Postojna, a ver las famosas cuevas. No había caído en que era domingo y las combinaciones eran muy restringidas, así que tuvimos que salir sin desayunar hacia Ljubljana y allí coger el bus a Postojna.
Encontramos nuestro alojamiento sin contratiempos y nuestro hospedador nos recomendó un sitio genial para comer y nos pusimos hasta las trancas. Vimos las cuevas porque habíamos ido allí para ello y a pesar de Antonio, que estaba escandalizado con el precio. La verdad es que son caras (unos 23€ sin audioguía), pero las recomendaría igualmente. Son enormes y tienes un guía que te cuenta todo y responde a tus preguntas, en nuestro caso con gusto y todo, porque era argentino. No se pueden hacer fotos dentro, así que es un acto de fe el creerme, pero de verdad que son impresionantes.
Postojna es muy pequeñita, mucho, mucho. Casi no tiene centro, es sólo un trozo de calle, y la gente allí no habla inglés en general. Bueno, el matrimonio con el que nos quedamos sí que hablaban algo parecido a inglés, pero para pedir cervezas y comida nos fue útil la sección de la guía en la que hablan de los números en esloveno. Es muy raro que el pueblo sea tan pequeño y esté tan poco preparado para acoger gente cuando unas de las cuevas más visitadas de Europa están a 1km y hay un castillo famosísimo excavado en la piedra a unos 10km. No seré yo quien se queje de un sitio poco preparado para hordas de turistas, pero en el punto medio está la virtud: no me gustan los sitios como Bled, en los que parece que sólo viven turistas y la filosofía es esforzarse en sacarles el máximo partido, pero tampoco veo justo que dos de los monumentos más visitados de Eslovenia estén al lado de este pueblo, y que este pueblo no vea nada de lo que pasa por allí. Resulta que hay viajes organizados desde la capital hasta las cuevas y el castillo, y la gente va directamente a los sitios que les interesan, sin pasar por el pueblito. Perfecto. Pero esto llevado al extremo explica por qué no había manera de llegar a ninguno de los dos monumentos con transporte público, y por qué la estación de autobuses no está apenas comunicada con otras ciudades. A continuación una captura de la superficie de la estación de autobuses municipal y del aparcamiento que han construido al lado del complejo de las cuevas. Y digo complejo, porque para que la gente no tenga que molestarse en andar 1km hasta al pueblo, los alrededores de las cuevas están llenos de restaurantes en los que puedes disfrutar del típico Schnitzel esloveno o unos hot-dogs caserísimos. Supongo que tiene sentido, porque es así y no es de otra manera, pero me pregunto si no estamos un poco locos al dejar que el aparcamiento de las cuevas contenga diez veces a la estación de autobuses del pueblo más cercano.



Echamos el resto del día en el pueblo que, como ya he dicho, no tiene mucho y, aunque echamos de menos una mejor comunicación con las demás cosas de interés de la zona, el aislamiento del pueblo nos permitió tomarnos las cervezas más baratas que en el resto de ciudades que visitamos. Al día siguiente nos fuimos a nuestra última parada: Piran. Como los hoteles eran carísimos cuando intenté reservarlos, pensaba que estaría también llena de gente, y puede que así fuera, pero tiene un encanto que te hace olvidarte de todo. ¡Qué sitio más bonito! Nos alojamos en un apartamento a mitad de precio (algo bueno de la temporada bajísima) y nos perdimos por la ciudad. Es preciosa, con unas cuestas empinadas, unas calles estrechísimas, unas escaleras imposibles... y el mar. Casi no nos creíamos que hubiéramos llegado a ver la playa, parece que está uno tan lejos desde Múnich... Muy bonito también y muy recomendable. Fue una última parada ideal, nos dejó con un estupendo sabor de boca que hizo mucho menos amargo el viaje de vuelta. Y mucho más llevable todo el estrés de intentar coger uno u otro autobús, porque al ser una ciudad de veraneo, en invierno no está tan bien comunicada con el centro, y tuvimos que hacer un poco de ingeniería de medios de transporte para conseguir llegar a Ljubljana a tiempo para nuestro autobús.

Y aquí estamos, de nuevo inmersos en nuestra vida alemana y esperando con ganas esa postalica que siempre nos mandamos, que nos lleve de vuelta allí por un momento.

Foticos a continuación.
En la plaza de Ljubljana en la que empezamos el tour

Un bicho que vimos en el río

El río Ljubljanica


Antonio dando de comer a un lobo

Dragones. Nuestros deberes eran encontrar éstos

Yo en el río

Una máquina expendedora de leche

Yo en una plaza de Ljubljana


Ya en Bled, Antonio con el lago de fondo

Buscando nuestro alojamiento


Una de las cervezas eslovenas



Dando la vuelta al lago

Yo también di la vuelta al lago

Subiendo al castillo

Bajando del castillo


Soy una vaca
Antonio es un mozo del pueblo de Bohinj

El lago de Bohinj


Intentando orientarnos para ir a las cataratas
Por el cañón



Los dos en el cañón

Antonio siendo guapo

El río

Jijiji

Objetivo conseguido

Instalación anticuadilla en Postojna

Cabina telefónica en Postojna

Desayuno continental :)

Monumento al pez humano

Postojna desde el montecico

Lo que hay en el montecico

Señores muy guapos en Piran

Piran de fondo. ¡Se ve nuestro apartamento!

No se sabe cuál es escultura y cuál persona

Grafittis

Paseando por Piran

Yo también paseo por Piran

El pueblo detrás. Y la playa...

Las casas que a mí me gustan


Es que el pueblo era bonico
Subiendo a la iglesia



Último día, dando un paseo por la costa

Y yo también

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