Cosas que deberían sorprender más


Ayer a la noche vimos el documental que tanto que hablar ha dado en las redes sociales "Ciutat morta". Si lo que queréis es ver algo entretenido, no os lo recomiendo, pues es lento, como si no se hubieran atrevido a cortar mucho ninguno de los testimonios que consiguieron, y también es triste, tristísimo, como la realidad a veces. Pero es un must, hay que echarle de tripas corazón y verlo. Y lo digo como si costara esfuerzo, porque a mí me costó, y mucho, porque no son cosas que uno está dispuesto a contemplar con una sonrisa en la cara.
El documental empieza con un altercado a la entrada de un edificio okupa en el que queda gravemente herido un agente de policía. Y se desata la furia. Arrestan a 7 viandantes (3 de ellos sudamericanos, aunque con nacionalidad española alguno de ellos) y a dos personas más en el hospital al que llevan a estos 3 sudamericanos después de darles sendas palizas en la comisaría. La versión de los 7 detenidos en las cercanías de la casa okupa era que pasaban por allí, y la de los 2 detenidos en el hospital, que se habían caído con la bici. En principio parece todo un mal sueño con visos de acabar pronto, ya que no hay pruebas, ni sólidas ni de ninguna otra clase, en contra de ninguno de estos detenidos.
Debo confesar que hasta aquí no me sorprendió la historia. Debería haberme sorprendido, pero en lugar de eso, sólo me intranquilizó el extraño sentimiento que tenía de que hasta ahí era común. Y es que lo he oído más veces, tristemente muchas más. En Madrid, conozco gente a la que han detenido por estar en manifestaciones, oponiendo resistencia pasiva, a la que le han metido piedras en las mochilas requisadas para justificar sabrá Dios qué, a la que han tratado injustamente sólo por las características de la detención. También, y a estos no los conozco directamente, sé de gente a la que la policía le ha quitado el poco dinero que llevaran encima y a la que le han dado palizas durante dos días enteros. Por eso no me sorprende. Pero me da un miedo ver cada vez más cerca el día en que estas cosas se me antojen normales... Da la impresión de que nos acostumbran a barbaridades cada vez más aberrantes, hasta que perdemos la capacidad para percibir las injusticias cuando las vemos o experimentamos. Podríamos hacer como las unidades de mis camiones, y volver al fabricante cada cierto tiempo a que nos reinstale la configuración con la que nos vendieron. Para mis camiones es sólo parametrizarlos, pero para nosotros podría significar volver a sorprendernos por las cosas que nunca deberían parecernos ni medio normales. Como estas torturas, tácitamente aceptadas.
En fin, que pierdo el hilo. Si bien el documental hasta aquí captó mi atención, aunque sin llegar a ofrecerme información totalmente nueva, lo que viene después me tuvo que asombrar a la fuerza. Que hay animales que no necesitan excusa alguna para apalizar a alguien, ya lo sabía. Ahora, que toda la gente con la que estos acusados tienen contacto durante el tiempo que están en prisión acepte encubrir estas torturas y, es más, poner todo de su parte para que estos chicos sigan en la cárcel, me parece de juzgado de guardia. Ya no estamos hablando de un animal que se toma la justicia por su mano, estamos hablando de toda una cadena de supuestos profesionales, en muchos niveles distintos e independientes, que colaboran con una maquinaria que persigue lo mismo: condenar a estos chicos, aun sin pruebas y, a su vez, encubrir las irregularidades que haya podido haber en el proceso. Eso da mucho miedo.


El documental me deja un poco desilusionada. Puede que ahora se consiga mover esta historia un poco y se consiga que haya un juicio, pero la putrefacción de las instituciones se ha metido hasta el salón. Ya no es cuestión de deshacerse de un par de agentes o de una jueza demasiado parcial, es que están todos los escalones del proceso manchados de mierda. Estos dos agentes han recibido una jubilación anticipada, a los 35 años de edad, para quitarlos de en medio, después de haber sido indultados de otro delito de torturas, esta vez al hijo del embajador de Trinidad y Tobago en Noruega. Y así todos los implicados en esta historia: el que no ha sido promovido o condecorado, ha sido quitado de en medio con honores.
Si me intento poner en la piel de esos chicos, sentiría impotencia, sobre todo. El saber que todo el sistema está trabajando para encubrir estos casos, que no puedes acudir a las instituciones, ni a ningún organismo oficial, puesto que están todos del mismo lado, el pensar que nadie más que la gente cercana a ti va a saber lo que de verdad está pasando... me crearía una sensación insoportable de impotencia. Y pienso que el hecho de que haya un documental que lo denuncie me liberaría de parte de esa impotencia. No de toda, porque esa gente está libre y trabajando en puestos de gran responsabilidad, no hay justicia alguna, pero que la historia se sepa es el primer paso. 




Este mundo está loco.

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