Feliz 2015
Hoy ha sido (está siendo al momento de escribir esto) mi primer día de trabajo del 2015. Ha sido como otras veces. Me cuesta mucho salir del modo vacaciones para entrar al modo trabajo, sobre todo cuando el modo trabajo no te gusta ni cuando te olvidas de las vacaciones, pero hay que hacer de tripas corazón, y confieso que una vez me he visto andando por los alrededores de la oficina, no me he sentido tan mal.
Pero estos días han estado tan bien y los venía esperando con tantas ganas, que no me hago a la idea de dejarlos ir. Y ahora, pienso, hasta cuándo? No lo sé aún, pero es bueno moverse hacia una meta, así que, si la meta es volver a ver a la familia y amigos, seguro que se me hace menos duro el camino.
Pero pienso y hay algo que no está bien, algo de base. Pasamos un tercio de la vida en el trabajo, y reconozco que no es tan malo como uno recuerda cuando está sumido en el ocio y la procastinación más profundos, pero nada debería causarnos esta sensación de desazón.
Por mi parte, la he venido compensando con las ganas de montar en bici otra vez, aunque los fuertes vientos me han hecho retrasar el ansiado reencuentro con Regente, la bici que monto estos días. También he pensado en las tardes de tele, sofá y manta con Antonio, en mis dilatados desayunos de tomates, aceite, pan, nocilla y té y en mis clases de alemán, de las que salgo sintiendo que podría mantener una conversación con el mismo Goethe, a un nivel bajito, pero sin limitarnos por ello al tiempo y las enfermedades.
Y bueno, también reconozco que puede que mi reticencia a volver al trabajo se deba a la última época sobre todo, en la que me he cruzado con gente no tan afable ni tan dispuesta a ayudar como cabría esperar. Pero siempre se puede uno superar, y es mucho más fácil cuanto menos se espera de uno, así que el momento es óptimo: empiezo en una posición nueva, sin ayuda ni guía de nadie, así que todo irá a mejor, en cuanto sepa desenvolverme un poco.
Mientras tanto, seguiré con mis paseos en bici, mi yoga, mis desayunos y mis raticos de acurrucamiento en el pecho de Antonio, que lo hacen todo mucho más llevadero.
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