Monitos

No podía quedarme sin hacer algún comentario sobre el resultado de las elecciones del 26J. Para mí es un enigma todavía. No entiendo la baja participación, ni tampoco el auge del Partido Popular después de tantos casos de trapicheos y corrupción como siguen saliendo todas las semanas. No he entendido la campaña, aunque hace tiempo descubrí que ningún partido lucha por mi voto. Tampoco logro dilucidar lo que va a pasar a partir de ahora.

Me pareció escandaloso el asunto de Fernández Díaz. Obviamente alguien lo había grabado y ha guardado esas grabaciones para soltarlas cuando podía hacer más daño, y está mal, pero eso no desmerece en nada el trapicheo que este señor se tenía entre manos. De ser verdad, ¿se puede confiar de verdad en las Fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado, si están al servicio de gente como el presente Ministro de Interior?

Dejando este tema al lado, que parece no haber tenido una repercusión inaudita en la prensa internacional, ni en el resultado de nuestras elecciones, me he fijado mucho en cómo tratan los medios de comunicación a los representantes de los diversos partidos. No es ningún secreto que hay cadenas más afines a unos que otras, pero lo que me hace poner los ojos en blanco es el tratamiento sistemático que se le da a estos personajes, como si la política fuera el nuevo corazón. Que si uno le ha prometido nosequé a su mujer, que si otro tiene una novieta, si el de más allá tiene un tomate en el calcetín... Es un tono general de cotilleo sobre las cosas más nimias. No tenemos que valorar a estos individuos por estas noticias, sino por su vocación de servicio público, las medidas que defienden y su experiencia profesional, diría yo. Me da mucha impotencia pensar en la cantidad de gente cuya principal fuente de información es la tele, esa tele que da la misma importancia a la cabalgata de los Reyes Magos en Madrid que a la noticia del uso de instrumentos del Estado para fines partidistas.

Y pienso en la televisión de aquí, la alemana, la que nos obligan a financiar con 18€ al mes. Ese dinero, aunque no esté recaudado de la manera más justa, especialmente para los ciudadanos de rentas más bajas, está bastante bien invertido. Organizan con frecuencia debates sobre los temas más actuales, emiten documentales todas las noches sobre temas polémicos, emiten programas orientados a formar a un consumidor responsable... Ya sé que en la televisión en España también hay debates, pero, aun no siendo una espectadora habitual de los españoles, me atrevería a decir que no se parecen en nada. Aquí traen a expertos en varios campos, intercalan vídeos que conducen a preguntas de las que rascan y el único nexo entre un debate y otro, es el moderador. No se eternizan estos periodistas de tertulia que pueden opinar de todo, se trae a personas que representen los distintos puntos de vista, y se los modera. Nada más.

Pero yo, muy conspiranoica últimamente, pienso que no es casualidad que hasta los programas de pensar sean un fiasco en mi país natal. Creo que todo sirve al propósito de formar ciudadanos que se crean todo, viscerales contra lo que no es lo suyo y que repitan consignas manidas, cual hinchas de equipo de fútbol. Porque pensar cuesta. E intentar llegar al consumidor/elector/loquesequiera informado es mucho más costoso que intentar convencer a un monito. 
Otro día hablamos de cómo saber si eres un monito, que aún estoy trabajando en ello.

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