Cambiar de trabajo

Recuerdo que cuando vine, fue de las cosas que más me sorprendieron, el que la gente se permitiera hasta cambiar de trabajo. Llevaba meses buscando algo, y conocía gente que llevaba en el paro mucho más, y percibía como un lujo eso de buscar un trabajo que te gustara más que uno que ya tienes. Igual por eso he tardado tanto en hacerlo yo misma.
Y cuesta cambiar el chip. Cuando tuve que decirle a mi jefe que me iba, y mandar una carta formal y toda esta historia, sentía que estaba traicionándolos. Era consciente de que los ponía en dificultades y, aunque mi periodo de preaviso ya era bastante perjudicial para mí a la hora de buscar otra cosa, pensaba que seguro que tenían otra manera de protejerse, de hacer que me quedara y no les dejara en la estacada cuando acababan de recibir más carga de trabajo que nunca. Estoy segura de que fueron horas difíciles, porque sin planearlo, nos fuimos 3 personas en la misma fecha, y el equipo era de 7 personas. Pero el caso es que estaba esperando reacción de enfado, de rechazo o algo parecido cuando decidí comunicarles que me iba. La realidad fue otra. Todos lo entendieron más o menos y se alegraron por mí. No hubo ninguna jugada rara y pude pasar al siguiente paso con la mente tranquila.
El siguiente paso es empezar en el nuevo trabajo. Tenía ya ganas, porque llevaba meses con el tema sobre la mesa, y las últimas semanas en el trabajo antiguo habían sido un poco duras, con dos personas a las que introducir en el puesto y pocas horas para hacerlo y compaginarlo con las tareas que aún no había podido dejar. Así que me alegré mucho cuando llegó el día. Tenía ganas de aprender y ver qué era lo que se esperaba de mí. La primera semana fue todo chino. Qué impotencia, no entendía nada. Mis compañeros se esforzaban en aclararme las cosas, pero cuando es todo tan nuevo y abarca tantas cosas, es imposible, es como atacar una montaña de paredes verticales, que ni te atreves a acercarte para ver por dónde empezar.
Poco a poco, con el paso de las semanas y la lectura intensiva y crítica de la documentación de mi predecesor, se fueron desvelando algunos caminos y decidí atacar la montaña por ahí, a paso lento y mirando mucho todo, por si había que volver y buscar otro camino. Al final conseguí reproducir un test en una versión nueva de la unidad y me sentí invencible. Pensé que había sido un poco impaciente al sentirme tan inútil al principio, que dándote tiempo, puedes abarcar más y más cosas y que soy la leche.
Pero era un espejismo. Debía estar entonces en un repechillo de la montaña. Justo después de aquel logro, vinieron las siguientes metas. Y éstas no parecían ni ser parte de la montaña que estaba subiendo, debían ser niveles superiores. Montañas a las que solo puedes acceder cuando hayas escalado la que te ocupa ahora mismo. Un golpe de realidad. He podido entender lo que ha dejado mi predecesor escrito para mí, he podido vislumbrar de qué va todo un poco más allá de eso, pero vienen cosas nuevas que seguro me hacen otra vez sentirme como al principio.
Veo la dinámica y no me parece tan mal. Esto va de superarse, de encontrarse en los llanos, de mirar todo lo que has subido y de coger fuerzas para seguir subiendo. Supongo que es normal. Si haces un trabajo en el que ya lo sabes todo, puedes ser la leche desde el principio, y salvar el mundo todos los días, pero no aprendes tanto nuevo. Yo estoy en otro camino, en el que aprendo todo lo que me dejen, e intento salvar el mundo cada semana de una manera distinta, y ver qué cosas nuevas tengo que dominar para que me dejen seguir aprendiendo. Ya he entendido un poco de qué va y espero no frustrarme mucho cuando me tope con cosas que no sé hacer. Pero tengo que cambiar el chip, entender que no pasa nada por no saber algo, aprender qué cosas puedo abordar y qué cosas no y (eso ya lo hago) disfrutar el camino.

Comentarios

Entradas populares