Internet me ha hecho una hater
Como todo español residente en el extranjero que se precie, me informo de lo que acaece en España y, a veces, en el resto del mundo, a través de la prensa digital. Por varias razones: por el boicot a los medios AEDE, que me impide comprar casi cualquier diario español en prensa escrita que pudiera comercializarse en Alemania, por accesibilidad y porque es muy fácil buscar las noticias y profundizar en temas que haya podido oír de pasada. La prensa digital tiene, además, algo que no tiene la escrita: los comentarios. En casi todas las noticias que se publican en la prensa digital existe la opción al final de la misma de escribir o leer comentarios, lo que la gente que ha tenido a bien escribir. A veces estos comentarios son incluso más interesantes que la noticia en sí, aunque últimamente es raro el caso en que no están llenos de odio.
Parece que une de forma más profunda el tener un enemigo común que el compartir ideas. Ésa ha sido la premisa de la prensa escrita durante la campaña y, cómo no, los comentarios seguían la misma lógica. Y es una idea que me repugna, pero que sin querer, acaba calando.
Esta semana he conocido a una chica que va a ser madre y vive cerca de mí. Tomamos un café y charlamos de la vida, de nuestras experiencias... Y mientras hablábamos, a mí me iban saltando algunas banderas rojas, cuando mencionaba algún programa que veía en la tele, o dónde pasaban las vacaciones... Luego pensé qué detonadores de banderas rojas podría tener yo para ella. Imagino que el mencionar los pañales de tela, el no tener coche... Y fui más allá y me di cuenta de que, dejando aparte todas las cosas que indicaran levemente de qué pie cojeamos cada una, habíamos pasado cuatro horas la mar de agradables echando un café y contándonos nuestras vidas. Y me sentí estúpida por siquiera percatarme de esos indicadores que podrían anunciar que estoy ante una persona de ideología diferente a la mía. Y le quiero echar la culpa a Internet y al odio más profundo hacia todo lo ajeno que se respira en las páginas de noticias, pero el caso es que, si ese odio ha llegado a calarme es culpa sólo mía.
En fin, por lo menos ahora sé que tengo una faceta de hater contra la que tengo que luchar.
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