Sorpresón

Ya he llegado a los 30. Es una edad que impone un poco. Bueno, a mí me viene imponiendo la edad desde que cumplo más de 16, porque, cuando jugaba con las barbies de pequeña, siempre había que elegir nombre y edad justo antes de empezar, y nadie escogía nunca más de 16 años. Igual era por lo lejos que quedaba en el tiempo, pero ya cuando cumplí 17 pensé que ya era más mayor que lo que imaginaba que sería cuando viviera las cosas que les pasaban a mis muñecas.

En fin, tampoco es para tanto, la gente se hace mayor y no es algo malo. ¡Y mucho menos con amigos como estos! Es mi tercer cumpleaños en Alemania, y sólo puedo decir que han ido mejorando desde que llegué, al menos para mí. 
El primer año llevaba unos 3 meses aquí y no celebré nada. De hecho, justo ese día fui con los de mi empresa de negreros a tomar una cerveza a la Augustiner, porque ni siquiera nos pagaban la cena (tacañetes, que eran...) y no se lo dije a casi nadie. Hice un par de tartas en el trabajo y más tarde, otra para casa, y eso fue todo. 
El año pasado decidí hacerlo un poco mejor, y nos fuimos todos los que quisimos a Andechs, a la cervecería. Un Wanderung pequeñito y unas cervezas, para terminar con un paseo al lado del lago, no estuvo nada mal. 
Pero este año se lleva la palma. Quise invitar a la gente a casa a ver el partido con el que España inauguraba el mundial, pero todo el mundo me decía que no. Tampoco pasa nada si no viene todo el mundo, pero me lo decían un pelín agresivillos, así que empecé a sospechar que algo iba mal. Luego, Antonio vino a hacer la compra conmigo el mismo día, y me hizo comprar cerveza y patatas como para un regimiento, aunque en teoría venían 4 personas. Pero seguía sin saber la magnitud de la sorpresa, hasta dónde habían llegado. Media hora antes del partido, se presentaron en casa más de 20 personas, con comida y bebida para aburrir, ¡e incluso un barril de cerveza! ¡Qué pasote! Están fatal de la cabeza, pero se lo agradezco, porque todo es más divertido así. Y luego, por si fuera poco regalo ya el reunir a tanta gente en casa, vino otro regalo. ¡Menuda bicicletaca! Y para culminarlo todo, la tarta. No tengo palabras... ¡El mejor cumpleaños del mundo!
 
Y sigo sin tener palabras. Sólo que así da gusto e impone mucho menos esto de cumplir años. Y que, si me dicen antes de venirme que, no sólo iba a contar con Elia y Mena aquí, sino que además iba a conocer gente que, colaborando con ellos, me iba a hacer una fiesta sorpresa por los 30, hubiera venido incluso antes.

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